Desde el éxito de las redes sociales, mi desconcierto lingüístico es cada vez mayor. Lo que va a venir próximamente o se dará en algún momento sólo será eventualmente, quizá contagiado por el hecho de que las celebraciones, las reuniones y los actos también han pasado a ser sólo eventos. Pero en inglés, eventually denota algo que ocurrirá, sin duda, en un momento futuro, probablemente al final de un proceso, mientras que en español eventualmente alude a un hecho incierto o casual que quizá se dé algún día. El correspondiente español de eventually no es eventualmente, sino más bien en algún momento, pero casi nadie repara en el desliz léxico.
Los falsos amigos de la lengua le están jugando unas cuantas jugarretas a nuestro querido idioma y los patinazos lingüísticos son más visibles que nunca. No sólo están en los manuales de instrucciones y algún documento administrativo, sino también (y sobre todo) en las redes sociales, mostrándose impúdicamente perturbadores. Hace poco encontré con horror que, en Twitter, las imágenes se incrustan en los hilos de conversaciones. El término es una traducción del verbo inglés to embed, que tiene el sentido de hacer que algo se integre de manera fija en una matriz, un soporte o una superficie. Así, to embed podría traducirse en español, según el contexto, como incrustar, integrar, insertar, fijar, encajar, adjuntar, encerrar o incluso cubrir. De entre todas las posibilidades se ha optado por incrustar, por algún razón que no alcanzo a comprender. El verbo incrustar, en español, puede referirse a cubrir una superficie con un objeto duro, a embutir un objeto duro en algo liso, a hacer que un cuerpo penetre en otro con violencia o a fijar algo de un modo firme en la mente. Las cuatro acepciones aluden a una acción que implica dureza, cuando no violencia. O sea, que con esta traducción tan desacertada, las imágenes en español se golpean hasta quedar bien fijas en su soporte digital. En España, oígame usted, las imágenes las ponemos a martizallo limpio, que va mucho con la idiosincrasia de lo ibérico. Ahora bien, si en inglés Twitter es el (pájaro) que trina o el que pía, los mensajes son sus gorjeos y las imágenes se integran en el conjunto, en español tenemos un término extraño que se escribe con una uve doble y dos tes, muchos tuits (traducción fonética del término originario) y ahora también tenemos imágenes incrustadas a golpes. No sé qué pensarán otros, pero para mí la versión de Twitter en español es una degeneración inarmónica de un proyecto que, en su origen, proyectaba una metáfora ilusionante.
En este país, cuando algo se pone de moda, parece que no existe nada más. Ya sean los triatlones, las semillas de linaza, el gris marengo o algunas expresiones que se escuchan en la televisión, parece que todos hubieran de ir al unísono para que la sinfonía social de la imitación se escuche bien alta, no sea que alguien se salga del tiesto. Y es que a veces hacemos el ridículo. Si hace un par de décadas a la leche corporal se la llamaba body milk y la marca Nike siempre se ha pronunciado «naik» en lugar de «nike» o «naiki» (las versiones correctas en español y en inglés, respectivamente), ahora lo que se lleva no es pronunciar el inglés como parece que se pronuncia, sino traducirlo como alguien lo ha hecho ya, sin cuestionar su corrección. Y es que en España se come y se imita muy bien, pero el sentido crítico cuesta encontrarlo.
Visto como herramienta comunicativa, el español nos permite comunicarnos y entendernos con muchísimas personas del planeta. Podríamos emplear parte de nuestra capacidad para hablar y escribir algo mejor para cuidar ese soporte maravilloso que tenemos que es creador y conductor del pensamiento, que conforma y organiza nuestras ideas de acuerdo con su naturaleza. La lengua determina lo que pensamos, cómo pensamos y quiénes somos. Cuando dejamos que se tergiversen tantas palabras de nuestro idioma, dejamos también que se trastoque nuestro modo de pensar y, sin darnos cuenta, nos entontecemos. Los invito a empezar de nuevo cada día, a terminar proyectos, a planificar sueños, a concentrarse en quiénes quieren ser y a que el éxito no sea eventual sino probable y, por qué no, a aprender inglés y mejorar su español, enriqueciéndose con ambas lenguas y respetándolas como se respeta algo amado y muy preciado.
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